venerdì 18 dicembre 2009

¿La Sabiduría de Sancho? - Especial de Santos Mayo para eSefarad



Fonte: http://www.esefarad.com/?p=7330

El gran Don Miguel de Cervantes Saavedra nos cuenta en el Capítulo 45 del segundo tomo de su Quijote, cómo Sancho Panza, luego de haber tomado posesión de su insula Barataria, comienza a gobernar con tanto juicio y salero que deja a los pobladores admirados de poseer tanta sabiduría.

Y, como hay mucho hilo en la madeja, Don Miguel nos relata una serie de sentencias en las que Sancho, gobernador y juez supremo, dicta para bien de todos sus súbditos. He aquí un hermoso ejemplo que ilustra la sabiduría de Sancho. Se presentan ante el gobernador dos ancianos reclamando justicia. Uno de ellos, el acreedor declara:

“Señor, a este buen hombre le presté días ha diez escudos de oro, por hacerle placer y buena obra, con condición que me los volviese cuando se los pidiese; pasáronse muchos días sin pedírselos, por no ponerle en mayor necesidad, de volvérmelo que la que él tenía cuando yo se los presté; pero por parecerme que se descuidaba en la paga, se los he pedido una y muchas veces, y no solamente no me los vuelve, pero se niega y dice que nunca tales diez escudos le presté, que ya me los ha devuelto. Yo no tengo testigos ni del prestado, ni de la vuelta, porque no me los ha vuelto; quería que vuesa merced le tomase juramento, y si jurase que me los ha vuelto, yo se los perdono para aquí y para delante de Dios.”

Pensó Sancho sobre el caso y le pidió al segundo que alegara su parte. A lo que dijo el viejo:

“Yo señor, confieso que me los prestó, y baje vuesa merced, esa vara; y pues él deja en mi juramento yo juraré como se los he vuelto y pagado real y verdaderamente”.

“El viejo que se preparaba para jurar, traía en su mano su báculo de caña que se lo dio al acreedor para que se le tuviese mientras juraba. Puso luego su mano sobre la cruz de la vara, diciendo que era verdad que se le habían prestado aquellos diez escudos que se le pedían pero que él se los había devuelto de su mano a la suya, y que por no caer en ello se los volvía a pedir por momento”.

“El gobernador preguntó al acreedor qué respondía a lo que decía su contrario y dijo que sin duda su deudor, debía de decir la verdad porque le tenía por hombre de bien y buen cristiano y que a él se le debía de haber olvidado el cómo y cuándo se los había devuelto y que desde allí en adelante jamás le pediría nada”.

“Tornó a tomar su báculo el deudor y bajando la cabeza, se salió del juzgado; visto lo cual Sancho, y que sin más se iba, y viendo también la paciencia del demandante, inclinó la cabeza sobre el pecho, y poniéndose el índice de la mano derecha sobre las cejas y las narices, estuvo pensativo un pequeño espacio, y luego alzó la cabeza y mandó que le llamasen al viejo del báculo, que ya se había ido. Trajéronle, y en viéndole Sancho, le dijo:”

“-Dadme, buen hombre, ese báculo que le he menester”.

“-De muy buena gana –respondió el viejo-; hele aquí, señor.

“Y púsole en la mano. Tomóle Sancho, y dándosele al otro viejo, le dijo:

“-Andad con Dios, que ya vais pagado”.

“-¿Yo, señor? –respondió el viejo-. Pues ¿vale esta cañaheja diez escudos de oro?”.

“-Sí –dijo el gobernador-: o si no yo soy el mayor porro del mundo”.

“Y ahora se verá si tengo yo calatre para gobernar todo un reino”.

“Y mandó que allí delante de todos se rompiese y abriese la caña. Hízose así y, en el corazón de ella hallaron diez escudos de oro; quedaron todos admirados, y tuvieron a su gobernador por un nuevo Salomón”.

Hasta aquí el cuento, que se supone es original de Cervantes. Pero… una mirada al Talmud Bavlí, Tratado Nedarim, página 25A nos lleva a la época de esplendor judío en Bavel durante el período de los Amoraim, particularmente a los siglos III y IV de la EC donde encontramos un episodio idéntico al relatado por Cervantes en el que interviene un prominente rab.

El gran talmudista Abba ben Joseph bar Hama nació en Babilonia (270-350 EC) y fue uno de los rabinos más citados en el Talmud, conocido como el Rava. Estudió en la Yeshivá de Pumbedita situada en lo que actualmente es territorio de Iraq y fue famoso por sus debates con su compañero de estudios, el gran talmudista Abayé quien luego fue director de esa escuela, una de las yeshivot más consultadas por las comunidades judías de Europa durante la Edad Media, particularmente por las comunidades de Sefarad.

En este texto talmúdico el Rava confronta a ambos personajes, al acreedor y al deudor y plantea una cuestión básica: cuando alguien presta juramento debe hacerlo utilizando un lenguaje cuyo significado sea claro y objetivo. No puede emplear expresiones que solo son válidas en su propia interpretación. Debe utilizar el lenguaje correcto ante la Corte, de acuerdo al significado estricto y objetivo de las palabras sin intentar, mediante estratagemas, impedir o confundir la comprensión de los hechos reales.

El Dr. Eliezer Segal, Profesor de Estudios Religiosos de la Universidad de Calgary, Canada, en su artículo titulado “Hollow Victories” (http://people.ucalgary.ca/~elsegal/Shokel/050707_Hollow Victories.html)

elabora sobre el mismo tema, denominado “kanya-de-Rava, que presenta como ejemplo proverbial del prototipo de razonamiento talmúdico. Sorprendentemente, según el Dr. Segal, el ejemplo conocido como más antiguo de este mismo caso precede a la época del Rava por varios siglos. En el siglo I, AEC, aparece un relato similar hecho por un romano llamado Konon, un viajero originario de Mileto, ciudad de la antigua Grecia.

Surge así la intrigante cuestión de cómo Cervantes (1547 – 1616) viviendo en la España Inquisitorial del siglo XVII, se atreve a incorporar al Quijote un cuento talmúdico, y cómo llega a conocer la existencia del Rava en la remota Pumbedita de los siglos III y IV.

¿Estuvo quizás en contacto con judíos o criptojudíos viviendo ocultos en España luego del desastre de 1492?

Según la Dra. Ruth Fine, Profesora de Literatura Iberoamericana en la Universidad Hebrea de Jerusalem, Cervantes vivió cinco años en Argelia como cautivo de unos piratas antes de escribir su Quijote (1). Allí tuvo amplia ocasión de buscar y establecer contactos con judíos e informarse de detalles sobre judaísmo imposibles de adquirir durante esos años en la España Inquisitorial. En efecto, según la Dra. Fine, en las múltiples obras de Cervantes se encuentran más de 300 referencias ocultas o disimuladas a cuestiones tales como la observancia de Kashrut, el Shabbat y otras, que documentan hasta qué punto conocía la práctica de la religión judía.

La Dra. Fine menciona también que en el Capítulo 9 del tomo I del Quijote, don Miguel relata que en el Alcaná de Toledo (la feria) compró de un vendedor ambulante un manuscrito en caracteres arábigos. Éste resultó ser nada menos que la historia de su héroe, Don Quijote, escrita por un autor imaginario, Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Buscando un traductor para verter este manuscrito del arábigo al castellano, comenta don Miguel que aunque estuviera escrito en caracteres de “otra mejor y más antigua lengua, hubiera encontrado traductor”. ¿A qué otra antigua y mejor lengua pudo haberse referido Cervantes sino al hebreo?

Don Miguel (2) fue el cuarto hijo de siete, del matrimonio de Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Rodrigo era cirujano, una profesión poco apreciada por aquella sociedad y generalmente reservada por entonces a judíos conversos, los nuevos cristianos. La familia buscó fortuna en varias ciudades de España sin mayor éxito. Incluso Rodrigo llegó a estar preso por no pagar sus deudas. El joven Miguel viajó a Roma en busca de nuevos horizontes donde estuvo al servicio del Cardenal Giulio Acquaviva. Desde allí escribió a su padre solicitando le enviara un certificado de “limpieza de sangre” para así poder acceder a un empleo oficial. Dicho certificado le fue enviado a Roma el 22 de diciembre, 1569.

Algunos escritores observan que tales falsos certificados eran objeto de intenso comercio durante la época. Inclusive la Inquisición emitía entonces, a precio apropiado, dichos certificados que resultaban ser condición indispensable para obtener empleo (3). En 1571 Cervantes se incorporó a la armada cristiana que venció a la turca en la famosa batalla del Golfo de Lepanto, a la entrada de la bahía de Corinto, en el mar Iónico. Allí pierde su mano izquierda (el manco de Lepanto) y recibe otras heridas que lo obligan a internarse en el hospital de Messina. En 1572 vuelve al servicio activo en Palermo y Nápoles. Armado con cartas de recomendación de sus superiores obtiene en 1575, permiso del rey de España para su retorno a la patria. En el viaje de vuelta es capturado por piratas turcos y vendido como esclavo en Argelia, gobernada entonces por un Bey turco. Luego de varios intentos fallidos de escape, fue liberado gracias al pago de un elevado rescate, pagado en parte por su familia, retornando a su país hacia fines de 1580.

Basado a sus brillantes antecedentes militares al servicio del reino realiza numerosos intentos para acceder a algún cargo oficial de gobierno en España o en las colonias de America sin éxito alguno. Don Miguel se convence de la imposibilidad de lograr un cargo oficial y se dedica de lleno a su tarea de escritor. La primera parte de su Don Quijote se publica en Madrid en 1605 y obtiene un éxito resonante, cuando el autor tenía ya 58 años de edad. Este clásico de la literatura universal ha sido traducido a muchos idiomas y es la segunda obra más publicada, luego de la Biblia. ¿Es posible que Cervantes, probablemente el mejor escritor español hasta el presente, haya sido descendiente, aunque remotamente, de nuestros Sefardim? Esperemos que nuestros historiadores y científicos puedan pronto aclarar este enigma.

Santos Mayo para eSefarad.

(1) Radio Sefarad, Madrid (www.radiosefarad.com) sección “El Marcapáginas” (12 de noviembre, 2009).

(2) William C. Atkinson, Encyclopedia Britannica Volumen 3, pg. 1182 (1979).

(3) Howard M. Sachar, Farewell España, Random House, New York (1994).