venerdì 18 dicembre 2009

OTRO NUDO EN EL VELO, Abdelkarim García Cazorla



Fonte:
http://identidadandaluza.wordpress.com/2009/12/18/otro-nudo-en-el-velo/

Fátima, una adolescente marroquí, llega con su velo (hiyab) al instituto; es su primer día de clase. Antes de entrar, en el pasillo, una profesora habla con ella, quiere persuadirla para que no lo lleve, pregunta si sus padres la obligan a ponérselo, ella le dice que no, que ellos no quieren que lo utilice. Al final la profesora logra que Fátima desanude el pañuelo de su cabeza.

Este relato es parte del guión de un corto de Xavi Sala, pero podríamos imaginar a Fátima llegar con la cabeza descubierta a un colegio de un país musulmán y que sucediera lo contrario. Sin duda caben otras muchas versiones, con otros matices, pero en estas dos historias se repite una misma derrota; la libertad de elección, la capacidad de decidir por nosotros mismos, sobre todo cuando nuestra elección no parece perjudicial para los otros.

El velo suscita tensiones en occidente y dentro del Islam, con distintas naturaleza, pero con algunas curiosas coincidencias. Para algunos el hiyab (velo), es un deber y así se deduce de las principales fuentes normativas islámicas; el Corán y los Hadices (lo que el Profeta (sas) dijo e hizo). Es sin duda alguna en estos días la línea de pensamiento con mayor implantación y pujanza.

Para otros y acudiendo a esas mismas fuentes no es una obligación, pues según sostienen en las nueve ocasiones que el texto sagrado menciona el velo, no lo identifica con una parte de la indumentaria femenina, dicen que alude a un cortinaje que sirve para separación del espacio público del privado o al “jimar”, tela que tapa el escote. Y Muhammad (Sas) no quiso decir nada concluyente, entendiendo esta omisión como una forma de admitir un espacio para el criterio personal otra de las fuente del derecho islámico.

Y otras posturas minoritarias, consideran el debate sino innecesario si claramente irresoluble, creen que debe de prevalecer el principio de la no imposición en las cuestiones religiosas, según recoge un versículo del Corán, que recomienda la modestia y el pudor a la hora de vestir, para lo cual el hiyab tiene utilidad, pero sin hacer como algunos pretende una elección del vestuario para el hombre y tampoco para la mujer. Esta tendencia reclama la aceptación de todas las posiciones y dejar la elección a las protagonistas, pues las convicciones espirituales sólo son verdaderas y perduran cuando nacen de una aceptación voluntaria.

Los países musulmanes no conforman un bloque monolítico, ni está cuestión ni en muchas otras. Así Arabia, Irán imponen, persiguen e incriminan su no uso, otros lo prohíben en los espacios públicos y lo aceptan en el ámbito privado como es el caso de Túnez y muchos callan o nada dicen al respecto. Algo similar sucede con Francia comparada con Reino Unido y España, aquí se produce una coincidencia invertida; Francia, la cuna de las libertades y del laicismo escoge una regulación coactiva al igual que Arabia o Irán países clasificados como conservadores o abiertamente reaccionarios. Son coactivas cada a una a su manera por el simple hecho de ignorar e infringir, los derechos a la identidad personal y religiosa conformadores entres otros de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Cuando Occidente señoreaba las tierras del Islam, le perturbaba el velo pues le atribuía la cualidad mágica de hacer las mujeres invisibles, insondables y misteriosas. Algo preocupante, pues para el colonizador en las mujeres musulmanas radicaba la preservación de las esencias y la transmisión a los hijos del Islam.

Desde hace unos cuantos años es la visibilidad de la mujer musulmana que recorre las calles tocada con el velo, el motivo de malestar, pues en ocasiones se interpreta como un desafío, una reivindicación identitaria y también como una señal rechazo a la integración. Estas ideas favorecen la reacción; más velos y una tendencia a cerrarse, replegar los puentes, los caminos de ida y vuelta que no deben de quedar cerrados.

La redefinición de conceptos como la integración es urgente, ya no puede desarrollarse bajo los mismos principios vigentes en la época colonial, cuando la ocupación de la tierra no era compatible con la independencia de las personas. Era necesario entonces, un esfuerzo destinado a pulir las diferencias, impedir las reservas a la imitación ciega del ocupante y a la aceptación complaciente de sus costumbres y pensamientos.

Es palpable que aún subsisten en mayor o menor medida algunos de estos trasnochados resabios, que distorsionan la percepción de velo reducido a un símbolo que lleva parejo, la aceptación de la opresión femenina y todas las cualidades retrógradas que estemos dispuestos atribuirle.

Las musulmanas dicen que hay tantas razones para llevar un velo, como cada una de las mujeres que lo usa, así que considerar que una musulmana tiene ideas avanzadas si se desprende del velo y que están subyugadas si lo lleva, es una deducción cierta en algunos caso, pero no deja de ser simplista entendida como generalidad.

Son muchas las musulmanas que valoran el de forma positiva las sociedades occidentales, reconocen sin reparos el avance y progreso de los derechos de la mujer y aducen esta circunstancia como esencial a la hora de vivir en España o países equiparables en este sentido.

Fue ayer en la acera de un colegio público, un grupo de mujeres musulmanas acaban de dejar sus hijos en el colegio, unas cubrían sus cabezas con el hiyab (velo) y otras no, hablaban y reían con las madres españolas de las cosas de sus hijos. Una monja clarisa de un convento cercano, bajaba la calle y al llegar a la altura del grupo se paró y las besó a todas. Las dejé allí con esa fraternidad elemental que tan fácil resulta a las mujeres y tanto cuesta a los hombres.

Esta escena no es una invención y supongo que situaciones similares se repiten en este país a diario, la convivencia no es tan imposible como algunos vaticinan ni tan fácil como otros desearíamos, pero por ahora sigue siendo posible.


* Abogado, periodista y musulmán (Imán de la Comunidad Musulmana Almedina)

(Sas) Puede ser traducido como paz y bendiciones para Muhammad