lunedì 2 novembre 2009

El Ladino


Fonte: http://www.esefarad.com/?p=6426

Los judíos fueron expulsados de España el 2 de agosto de 1492, en virtud del Edicto de Granada que establecía la obligación de abandonar el territorio español para todos los judíos, salvo aquellos que se convirtiesen al cristianismo. La mayoría de los sefardíes optaron por el exilio, y casi todos ellos fueron recibidos por el sultán Bayaceto II en el Imperio Otomano. Otra parte se estableció en Marruecos, Holanda y algunos países de Europa Central.

Los sefardíes establecidos en el Imperio Otomano pertenecían a un nivel social y económico en cierta medida superior al de las poblaciones autóctonas, lo cual permitió que éstos conservaran la lengua y la mayoría de sus tradiciones hispánicas por casi 400 años. Algo similar ocurrió en Marruecos, sin embargo, el tiempo favoreció que se originaran dos versiones del español sefardí, el ladino (hablado en los Balcanes) y el haquetía de Marruecos. Por la influencia cultural que tuvo el ladino y desde luego, por el número de hablantes que tuvo, mucho mayor que el haquetía, es considerado un especimen lingüístico muy interesante para filólogos e hispanistas.

La lengua hablada por los judíos españoles antes de la expulsión no difería sustancialmente del idioma español hablado por la mayoría de la población, aunque tuviera en ocasiones rasgos específicos, particularmente el empleo ocasional de léxico hebreo. En las primeras décadas del establecimiento de los sefardíes en la ciudad de Salónica, coexistían varias de las lenguas habladas en la Península Ibérica. Era posible, en los diferentes barrios o Calls identificar lenguas como el gallego, catalán o portugués. Sin embargo, la sustancial predominancia de los sefardíes de origen castellano o andaluz propició que las lenguas anteriores cayeran en desuso, no sin haber ejercido cierta influencia.[1]

El judeoespañol posee una gran cantidad de vocablos de corte “arcaico”, en relación con el castellano actual. Mucho de esto se debe a la falta de dinamismo que tuvo el idioma en los Balcanes, lejos de la “Madre Patria”, cuya lengua se enriqueció y sufrió reformas con el paso de los años. El judeoespañol por su parte, adquirió vitalidad de la lengua turca y griega principalmente, las cuales lo enriquecieron y en cierta medida, modernizaron.

En sus lugares de exilio, los judíos mantuvieron la lengua española porque ésta era un signo de pertenencia a la comunidad judía, y en los lugares donde los sefardíes compartían espacio con los ashkenazíes, como manera de diferenciarse. Incluso en la Turquía otomana, el español hablado por los sefardíes era conocido como yahudice (literalmente, judío). Un enviado diplomático otomano que visitó España en el siglo XVII, se sorprendía de la lengua hablada en el país, como lo manifestó en una carta escrita a la Puerta Sublime: Curiosamente, en España han adoptado la lengua de los judíos de nuestro Imperio.[1]

Durante siglos, se produjo una abundante tradición oral en judeoespañol, así como una importante cantidad de literatura. En la ciudad de Salónica, primero otomana y más tarde griega, donde la comunidad sefardí integraba el 65% de la población, el judeoespañol era usado como lingua franca en el comercio y en las relaciones sociales entre cristianos, judíos y musulmanes.

El siglo XIX marca un punto de inflexión en el desarrollo del judeoespañol, con un proceso simultáneo de auge y declive. El universo sefardí se secularizó, aumentaron las migraciones y la formación académica en otras lenguas, principalmente el francés, con lo que muchos relegaron el idioma original al ámbito familiar o lo abandonaron definitivamente. Incluso, los sefardíes cultos mostraron su grado de occidentalización integrando palabras francesas o italianas al judeoespañol para darle un carácter más “romance” a la lengua, sustituyendo palabras de origen netamente turco.

El auge del nacionalismo y la consiguiente formación de nuevos estados nacionales presionó a los sefardíes para que abandonasen su lengua en favor de la lengua oficial del Estado. Paradójicamente, los años que van desde 1880 hasta los años 30 del siglo XX son los de mayor uso del Ladino, pues es el momento histórico en que los sefardíes alcanzan su plenitud demográfica. Este mayor uso se refleja también en la producción escrita: se desarrolla la prensa judeoespañola al tiempo que se traducen multitud de obras literarias europeas o se crean otras a su semejanza.

A finales del siglo XIX, se producen también los primeros reencuentros con el castellano peninsular, sobre todo en Marruecos, donde la lengua de los sefardíes adquiere muchos rasgos del castellano moderno. Algunas comunidades sefardíes intentaron que el Estado español asumiera una tarea de reespañolización de los antiguos exiliados, abriendo escuelas y centros de enseñanza superior que contrarrestaran la influencia del francés.

También se intentó que los sefardíes pudieran recuperar la ciudadanía española, sobre todo para ampararlos del desorden y las luchas que se estaban dando en los Balcanes, dada la progresiva desintegración territorial del Imperio Otomano. Como resultado, el 20 de noviembre de 1924 se aprobó un Decreto de Ley elaborado por Miguel Primo de Rivera según el cual los sefardíes tenían derecho a obtener la nacionalidad española. Gracias a esta ley cerca de 40.000 judíos salvaron la vida durante la persecución sufrida en la Segunda Guerra Mundial.

En el siglo XX el judeoespañol experimenta un rápido declive. Por un lado, el Holocausto nazi que aniquiló comunidades enteras, como la numerosa comunidad de Salónica. La exterminación sistemática de la población judía en los campos de concentración es el acontecimiento histórico más duro que sufren las comunidades sefardíes desde la expulsión de 1492.

Por otro lado, las migraciones causadas por la propia guerra y posteriormente por la creación del Estado de Israel propiciaron el desmembramiento y aculturación de las comunidades. En apenas cinco años la lengua Sefardíes perdió al 90% de sus hablantes. Esto significó para el judeo-español dejar de tener un punto de localización reconocible y perder a quienes mejor hubieran podido abrir nuevos caminos hacia la normalización de una lengua: los escritores y creadores literarios.

El mantenimiento del judeoespañol como signo de identidad judía tenía poco sentido en Israel, donde una lengua considerada más propia de los judíos, el hebreo, había sido resucitada como lengua viva. A Israel se trasladaron la mayor parte de los sefardíes de Marruecos, emigrados masivamente en los años 50. Los sefardíes emigrados a países de habla hispana abandonaron rápidamente su lengua en favor del español, y las comunidades de Francia o Estados Unidos lo mantuvieron durante un tiempo, aunque relegándolo cada vez más al ámbito doméstico o de las relaciones sociales.

El número de hablantes de judeoespañol ronda hoy los 150.000. En Iberoamérica hay comunidades donde el ladino y las tradiciones sefardíes han sido parte integral de su historia y cultura, por ejemplo en países como Puerto Rico, Cuba, Bolivia, Brasil, entre otros. En Israel se mantiene una revista en judeoespañol, Aki Yerushalayim (”Aquí Jerusalén”), editada por la Autoridad Nasionala del Ladino y una emisión semanal de radio en la emisora Kol Israel. Igualmente Radio Exterior de España emite el programa Bozes de Sefarad que recientemente cumplió 20 años al aire. Otros medios de comunicación en ladino han ido desapareciendo a medida que menguaba el número de hablantes.

Las comunidades sefardíes más numerosas fuera de Israel están en Turquía, donde hay unos 15.000 hablantes. Ahí mismo, el número de periódicos y boletines emitidos en judeoespañol sigue siendo significativo.

Desde finales del siglo XX ha habido tímidos intentos de recuperación del judeoespañol, sobre todo en Israel. Este judeoespañol académico es un estándar creado a partir de las hablas de los sefardíes. Está, incluso, muy influido por el castellano estándar, del que se ha tomado numeroso vocabulario para sustituir los préstamos turcos, franceses y eslavos.

Actualmente varias casas editoriales, sobre todo españolas, editan libros escritos en lengua judeoespañola. Gad Nasí publicó recientemente su obra editorial En tierras ajenas yo me vo murir: una excelente recopilación de cuentos y testimonios en lengua judeospañola. Igualmente, han vuelto a ser colocadas en el mercado publicaciones como Los Dos Mellizos, novela sefardí publicada por primera vez a finales del siglo XIX y Crónicas de los Reyes Otomanos de Moshé Almosnino, primera publicación formal en lengua judeoespañola.

Libros tanto judíos como de la fe cristiana han sido escritos o traducidos en ladino por eruditos como Frantz S. Peretz. También escritores como Moshe Shaul y Avner Peretz (Perez) han publicado una gran colección de artículos en judezmo.

Como el yidish, el judeoespañol tradicionalmente se ha escrito con caracteres aljamiados.

En la actualidad el judeoespañol se escribe comúnmente con el alfabeto latino, especialmente en Turquía donde sigue las reglas fonéticas del alfabeto estandarizado para el turco moderno, impuesto desde la década de los 20 del S. XX por Mustafa Kemal Atatürk. El uso de los caracteres turcos resulta en la mayoría de los casos, muy útil y práctico ya que se obtienen escritos precisos que se leen tal y como se escriben, sin tener que recurrir a excepciones lingüísticas. Sin embargo, algunas comunidades todavía lo escriben usando caracteres aljamiados (alfabeto hebreo del tipo Rashi), práctica que era muy común y posiblemente universal, hasta el siglo XIX. Aunque los alfabetos griego y cirílico se han empleado en el pasado, hoy día están en desuso.

Tras la dramática pérdida que para las comunidades sefardíes europeas (particularmente en los Balcanes) significó la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de los hablantes de judeoespañol eran judíos turcos. De ahí la importancia que tiene el uso de su alfabeto, que por la coincidencia en la existencia de sonidos estandarizados, subsana de manera muy eficiente la fonética del Judeoespañol. Los siguientes caracteres es común encontrarlos en las publicaciones turcas en judezmo:

Ç – [CH] española – Munço – Mucho
? – [SH] española – Bu?kar – Buscar
C – [Y] consonante española – Cidyo – Judío
J – [ZH] J francesa – Fijo – Hijo
NY – [Ñ] española – Kunyada – Cuñada
H – [J] española – Haber – Socio

La Autoridad Nasionala del Ladino promueve la utilización de otro alfabeto. Hay también los que, con Jacob M. Hassán, alegan que el Judeoespañol debe adoptar la ortografía de la Lengua Española estándar. Otros, como es el caso de Pablo Carvajal Valdés, sugieren que el Judeoespañol adopte la ortografía usada durante la época de la Expulsión de 1492. La ortografía de ese tiempo se ha estandardizado y ha cambiado eventualmente por una serie de reformas. Finalmente, fue cambiada por una reforma ortográfica en el siglo XVIII. El Judeoespañol ha conservado algo de la pronunciación que a la hora de las reformas había llegado a ser arcaica en el castellano estándar.

Adoptar la ortografía del siglo XV para el Judeoespañol traería nuevamente dentro de existencia la /s/ (originalmente /ts/) – c (antes de e y de i) y ç/z ((cedilla): tales como en caça; la /s/ – ss: por ejemplo en passo y la [?] – x: como en dixo. La pronunciación original de la [?] – g (antes de e o de i) y de la j: como en mujer o gente, sería restablecido y la /z/ (originalmente /dz/) – z: permanecería en las palabras, como en fazer y dezir. El /z/ – s: como en casa, recuperaría su pronunciación bajo esta ortografía también. Se diferenciarían la b y la v, como en el caso del reflejo intervocálico – B -: eg el debe español, del latin debet, volverá a su viejo deletreo castellano deve. El uso de los bigramas ch, ph y th (hoy /k /, /f/ y /t/ en español estándar respectivamente), reformado formalmente en 1803, sería utilizado en palabras como en orthographía o theología. La Q latina ante palabras como en quando, quanto y qual también sería utilizado. El autor Enrique Saporta y Beja aplica intensivamente este tipo de ortografía en sus publicaciones, alegando su alta similaridad con el español.

Sin embargo, el filólogo andaluz Pascual Pascual Recuero hace uso de una ortografía que reproduce con gran exactitud los sonidos del Judeoespañol. Algunos de los caracteres que propone para que sean usados:

Ž – [J] francesa
? – “D” palatizada
? – [CH] española
X – [SH] española

Algunos entienden que al usar la vieja ortografía castellana solamente se distanciarán características no-hispánicas del Judeoespañol y crearán problemas que los sistemas fonéticos actualmente solucionan. Sin embargo, la literatura española de la edad clásica y de oro ganaría un renovado interés, un mejor aprecio y entendimiento si su ortografía se utilizara nuevamente.